Nunca he creído en la suerte. Yo sólo confío en las coincidencias. La suerte puede o no existir. Las coincidencias ocurren. Sin embargo, siempre nos vemos tentados a hablar de la suerte para todas aquellas cosas cuya causa o consecuencia no logramos entender.
Yo tuve la suerte (o coincidencia) de nacer por la vagina correcta. Sé que suena duro, pero podrán darme mil razones, y la única certeza que tendré de mi vida es la de que todo lo que tengo fue por ir a parar a la familia correcta. Vivo bien. Tengo un techo, comida, ropa, cultura y, por encima de todo, oportunidades y capacidad de elección. Tengo la oportunidad de ser, hacer y vivir lo que yo decida, junto con la garantía de una comodidad imperturbable. Y estoy convencido que toda mi suerte fue nacer por la vagina correcta. Mis genes me lo dicen.
Soy mestizo. Eso implica que mis genes se reparten el pastel entre caucásico y andino. En sudamérica, la mayor parte de la población es mestiza y, por lo general, pobre. Extremadamente pobre. Tanto es así que se acuña el término de "pobreza extrema": vivir con menos de un dólar al día. No soy un catedrático de economía, pero dudo que un dólar al día sea suficiente para un techo, comida, ropa, cultura, oportunidades y capacidad de elección. Porque el pobre sólo elige la costilla donde le van a dar los golpes. Su única preocupación es sobrevivir. Y la única diferencia entre ellos y yo, es que yo nací por la vagina correcta. Ese ha sido todo mi mérito. Toda mi suerte (o coincidencia).
La gente me pregunta que por qué hago lo que hago. Opinan que me quita demasiado tiempo. Que le presto menos atención a las cosas que de verdad importan. No lo entienden. ¿Qué van a saber ellos, si jamás han sufrido hambre, deshidratación, tortura o segregación en sus propias carnes? Tal vez sepan lo mismo que yo que tampoco las he sufrido, siendo, aún así, consciente de mi condición: no soy más que un privilegiado. Tan sólo tuve la suerte (o coincidencia) de nacer donde convenía.
Nunca he creído en la suerte. Por eso lucho contra las coincidencias que yo mismo podría haber vivido. Es una razón como cualquier otra para hacer lo que hago.
Yo tuve la suerte (o coincidencia) de nacer por la vagina correcta. Sé que suena duro, pero podrán darme mil razones, y la única certeza que tendré de mi vida es la de que todo lo que tengo fue por ir a parar a la familia correcta. Vivo bien. Tengo un techo, comida, ropa, cultura y, por encima de todo, oportunidades y capacidad de elección. Tengo la oportunidad de ser, hacer y vivir lo que yo decida, junto con la garantía de una comodidad imperturbable. Y estoy convencido que toda mi suerte fue nacer por la vagina correcta. Mis genes me lo dicen.
Soy mestizo. Eso implica que mis genes se reparten el pastel entre caucásico y andino. En sudamérica, la mayor parte de la población es mestiza y, por lo general, pobre. Extremadamente pobre. Tanto es así que se acuña el término de "pobreza extrema": vivir con menos de un dólar al día. No soy un catedrático de economía, pero dudo que un dólar al día sea suficiente para un techo, comida, ropa, cultura, oportunidades y capacidad de elección. Porque el pobre sólo elige la costilla donde le van a dar los golpes. Su única preocupación es sobrevivir. Y la única diferencia entre ellos y yo, es que yo nací por la vagina correcta. Ese ha sido todo mi mérito. Toda mi suerte (o coincidencia).
La gente me pregunta que por qué hago lo que hago. Opinan que me quita demasiado tiempo. Que le presto menos atención a las cosas que de verdad importan. No lo entienden. ¿Qué van a saber ellos, si jamás han sufrido hambre, deshidratación, tortura o segregación en sus propias carnes? Tal vez sepan lo mismo que yo que tampoco las he sufrido, siendo, aún así, consciente de mi condición: no soy más que un privilegiado. Tan sólo tuve la suerte (o coincidencia) de nacer donde convenía.
Nunca he creído en la suerte. Por eso lucho contra las coincidencias que yo mismo podría haber vivido. Es una razón como cualquier otra para hacer lo que hago.