miércoles, 30 de julio de 2008

Stanley Jordan

Dos manos, un cerebro, y una gran habilidad.
Como diría Aristóteles:
"Divide... y vencerás"



Stairway to Heaven
Over the Rainbow
Eleanor Rigby
Autumn Leaves

martes, 29 de julio de 2008

La niña sin nombre

La melódica es un pequeño instrumento de viento formado por lengüetas libres, similar a la tan conocida armónica. En apariencia, un híbrido entre piano, flauta y armónica. Pulsando sus teclas, y sólo al soplar por la boquilla situada en uno de los extremos, se produce el sonido. Un sonido maravilloso, he de añadir.

Me cautivó desde el primer momento en que la vi. Fue en las manos de Antonio Serrano, durante uno de sus conciertos. Se oía tan vital y deliciosa. Era incríble lo que un virtuoso de la armónica era capaz de sonsacarle a ese peculiar "piano soplado". La curiosidad le duró media canción al espectáculo, pero a mí no se me escapó de la cabeza en todo el día. Decidí que esa joya tenía que ser para mí. También estaba hecha para mis manos.

Y al fin ha llegado el día. Esa maravilla del ingenio humano, la técnica y la música ha llegado a mi poder. Hoy se ha iniciado un nuevo viaje para mí en el infinito universo del sonido. Según ha llegado a mí, me he dedicado por entero al método de ensayo-error e improvisación creativa. Casi dos horas en el parque más cercano, a la sombra de un olivo y con el acompañamiento coral del agua de una fuente. ¡Qué gran instrumento! ¡Qué gozada! ¡Qué libertad! La adoro. Adoro a mi melódica. Aunque me deje sin aire y me provoque mareos cercanos a la inconsciencia, la adoro.

Hoy me he sentido como Miles Davis, Ray Charles, Louis Armstrong y Bill Evans al mismo tiempo. Creo haber encontrado la transición perfecta entre mi piano y el saxofón con el que algún día me enfrentaré. Me alegro de haberme arriesgado con el experimento. Los resultados han sido muy satisfactorios.

Aún no la he bautizado. Mi niña aún no tiene nombre. ¿Quién me ayuda a darle uno?

lunes, 28 de julio de 2008

Danzas Viejas


Nadie sabe cómo llegaste a casa la última noche
porque, para variar,

volvías solo.

Nadie sabe que mientras se helaba la luna
tú arrastrabas la rodilla

por el portal.

Y ahora la alfombra y tu mejilla
son uno sólo
fundidos en un coito entrecortado,
interminable,
de lágrimas.

De la mesilla cuelga el teléfono
y constricciona tu angustia
provocándote más llanto.

Del otro lado sólo hay desconocidos
y ya no te queda valor
para acercarte.

Aquel orgullo robado
más allá del hueso roto,

¿de qué podrá servir?
De nada, porque no has sangrado
y ni siquiera ese rastro ha quedado de ti
en la acera.


El sol te va secando la cara
pero aún nadie sabe
cómo llegaste a casa la última noche.

(16-07-2008)
BSO: Old Dances - Kate Nash

sábado, 26 de julio de 2008

Belleza matemática


"El Universo está escrito en el lenguaje de las matemáticas y sus caracteres son triángulos, círculos y otras figuras geométricas, sin las cuales es humanamente imposible entender una sola de sus palabras. Sin ese lenguaje, navegamos en un oscuro laberinto."
(Galileo Galilei)

Las transformaciones de Moebio

viernes, 25 de julio de 2008

¿Por qué Gedrosia?

En el otoño del 325 a.C., Alejandro Magno cruzó junto a su ejército el vasto y desolador desierto de Gedrosia. Regresaba a Babilonia tras su larga campaña militar en la India. Sin embargo, la travesía se tornó en infierno. Tres cuartas partes del contigente perecieron.


La región de Gedrosia, actual Baluchistán, se extiendía desde el río Indo hasta el desierto del Makran, a lo largo de la costa noroeste del océano Índico. Alejandro no ignoraba los peligros de aquel desierto inabarcable; de esto quedó constancia en los escritos de Nearco. Gedrosia era temida por los habitantes que la rodeaban y Alejandro lo sabía. Según la tradición oral de la zona, nadie había conseguido jamás cruzar aquel desierto con vida, a excepción de la legendaria reina Semiramis, que en su retirada desde la India había logrado volver con no más de veinte supervivientes.

Alejandro cruzó Gedrosia para demostrar que él era más grande que cualquier leyenda. Padeció junto a sus hombres el calor, el sol y la sed. Se negó a beber agua cuando a sus hombres les escaseó el agua. Alejandro se mantuvo siempre en pie. Una vez más, aparentó ser un Dios con apariencia de rey.

Sencillamente, cumplió con la esencia de su ser.