La melódica es un pequeño instrumento de viento formado por lengüetas libres, similar a la tan conocida armónica. En apariencia, un híbrido entre piano, flauta y armónica. Pulsando sus teclas, y sólo al soplar por la boquilla situada en uno de los extremos, se produce el sonido. Un sonido maravilloso, he de añadir.
Me cautivó desde el primer momento en que la vi. Fue en las manos de Antonio Serrano, durante uno de sus conciertos. Se oía tan vital y deliciosa. Era incríble lo que un virtuoso de la armónica era capaz de sonsacarle a ese peculiar "piano soplado". La curiosidad le duró media canción al espectáculo, pero a mí no se me escapó de la cabeza en todo el día. Decidí que esa joya tenía que ser para mí. También estaba hecha para mis manos.
Y al fin ha llegado el día. Esa maravilla del ingenio humano, la técnica y la música ha llegado a mi poder. Hoy se ha iniciado un nuevo viaje para mí en el infinito universo del sonido. Según ha llegado a mí, me he dedicado por entero al método de ensayo-error e improvisación creativa. Casi dos horas en el parque más cercano, a la sombra de un olivo y con el acompañamiento coral del agua de una fuente. ¡Qué gran instrumento! ¡Qué gozada! ¡Qué libertad! La adoro. Adoro a mi melódica. Aunque me deje sin aire y me provoque mareos cercanos a la inconsciencia, la adoro.
Hoy me he sentido como Miles Davis, Ray Charles, Louis Armstrong y Bill Evans al mismo tiempo. Creo haber encontrado la transición perfecta entre mi piano y el saxofón con el que algún día me enfrentaré. Me alegro de haberme arriesgado con el experimento. Los resultados han sido muy satisfactorios.
Aún no la he bautizado. Mi niña aún no tiene nombre. ¿Quién me ayuda a darle uno?
Me cautivó desde el primer momento en que la vi. Fue en las manos de Antonio Serrano, durante uno de sus conciertos. Se oía tan vital y deliciosa. Era incríble lo que un virtuoso de la armónica era capaz de sonsacarle a ese peculiar "piano soplado". La curiosidad le duró media canción al espectáculo, pero a mí no se me escapó de la cabeza en todo el día. Decidí que esa joya tenía que ser para mí. También estaba hecha para mis manos.
Y al fin ha llegado el día. Esa maravilla del ingenio humano, la técnica y la música ha llegado a mi poder. Hoy se ha iniciado un nuevo viaje para mí en el infinito universo del sonido. Según ha llegado a mí, me he dedicado por entero al método de ensayo-error e improvisación creativa. Casi dos horas en el parque más cercano, a la sombra de un olivo y con el acompañamiento coral del agua de una fuente. ¡Qué gran instrumento! ¡Qué gozada! ¡Qué libertad! La adoro. Adoro a mi melódica. Aunque me deje sin aire y me provoque mareos cercanos a la inconsciencia, la adoro.
Hoy me he sentido como Miles Davis, Ray Charles, Louis Armstrong y Bill Evans al mismo tiempo. Creo haber encontrado la transición perfecta entre mi piano y el saxofón con el que algún día me enfrentaré. Me alegro de haberme arriesgado con el experimento. Los resultados han sido muy satisfactorios.
Aún no la he bautizado. Mi niña aún no tiene nombre. ¿Quién me ayuda a darle uno?
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