viernes, 26 de junio de 2009

Venecia Lonis


Tiene nombre de artista y un cuerpecito desnutrido, famélico. Nació en Haití y en sus cuatro años no ha conocido ninguna alegría, sólo hambre y enfermedad.

Si sólo nos fijáramos en la sombra de la niña, pensaríamos que se trata de una marioneta colgada de una percha, a la espera de la próxima actuación. La sombra del artilugio de madera del que parece suspendida evoca, sin embargo, las formas de una horca. En realidad no es una marioneta, ni una ahorcada; se trata de una cría de cuatro años severamente desnutrida que está siendo pesada en un hospital de Puerto Príncipe (Haití). Separada unos centímetros del suelo, eleva los brazos como un pájaro enfermo levantaría un par de alas inhábiles, mientras observa con un temor neutral al equipo médico. Llama la atención el lazo amarillo que lleva en la cabeza: un signo de coquetería extraño en una situación desesperada.

Y algo de marioneta tiene, pues quién me dice a mí que no la he sacado del armario (o del archivo) para cubrir mi cuota anual de artículos sobre el hambre en el mundo. No digo que se trate de una cuota consciente, pero si hago cálculos resulta que escribo dos o tres al año, con cierta regularidad, al modo del que administra otras tantas dosis periódicas de mala conciencia. Y también tiene algo de ahorcada, pues su vida pende de un hilo a punto de romperse. La niña se llamaba (quizá se llame todavía, la foto es de noviembre de 2008) Venecia Lonis, un nombre con el que habría hecho fortuna en cualquier sitio. Vienes al mundo con ese nombre en Nueva York, en Londres o en Berlín y tienes hecha media carrera de escritora, de arquitecta, de jefa de protocolo o de poeta maldita. Pero en Haití te llamas Venecia Lonis y como si lloviera. Perra vida.

Juan José Millás
El País Semanal, 29 de marzo de 2009.

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